“Cuenta una leyenda que cuando Dios decidió crear a la mujer para dársela al hombre, tomó la redondez de la luna, las suaves curvas de las olas, la tierna adhesión de la enredadera, el trémulo movimiento de las hojas, la esbeltez de la palmera, el tinte delicado de las flores, la amorosa mirada del ciervo, la alegría del rayo del sol y las gotas del llanto de las nubes, la inconstancia del viento y la fidelidad del perro, la timidez de la tórtola y la vanidad del pavo real, la suavidad de la pluma del cisne y la dureza del diamante, la dulzura de la paloma y la crueldad del tigre, el ardor del fuego y la frialdad de la nieve.
A la semana el hombre le devolvió la mujer a Dios:
"Señor, la criatura que me diste me hace desdichado, quiere toda mi atención, nunca me deja solo, charla incesantemente, llora sin motivo, se divierte en hacerme sufrir y vengo a devolvértela porque no puedo vivir con ella"
Al pasar otra semana, volvió el hombre a hablar con Dios:
"Señor, me encuentro muy solo desde que te devolví a la criatura que hiciste para mí, ella cantaba y jugaba a mi lado, me miraba con ternura y su mirada era una caricia, reía y su risa era música, era hermosa a la vista y suave al tacto, devuélvemela, porque no puedo vivir sin ella"
Fue entonces que el hombre comprendió:
Una mujer es luna en las noches oscuras
que luce su reflejo alumbrando al amor,
un poeta le canta sus tristes amarguras
mientras al marinero lo guía su fulgor.
Una mujer es ola en los mares tranquilos
que acaricia la playa en las tardes de sol,
y es ola turbulenta del mar embravecido,
hasta el barco mas fuerte pierde su control.
Una mujer es enredadera que se eleva
aferrándose a una guía hacia un cielo infinito,
a veces en su loca carrera se subleva
ahogando los jardines en un verde delito.
Una mujer es una hoja mecida por el viento
que danza sugestiva el baile de la vida,
cuando el otoño pinta su rostro amarillento
no pierde su belleza, aún envejecida.
Una mujer es suave como la pluma del cisne
con su tierna caricia transforma cada instante,
ante la adversidad se mantiene tan firme
que adquiere sin dudarlo la dureza del diamante.
Una mujer te quema con el ardor del fuego
cuando siente en sus venas que la pasión la abrasa
pero si la lastimas creyendo que es un juego
sentirás que la frialdad de la nieve te traspasa.
Una mujer es inconstante como el viento
dulce y tímida, altiva y orgullosa,
amorosa y cruel al mismo tiempo…
pero es una mujer… sobre todas las cosas.
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